El susurro de Leviathán II. Chema López. |
Los terrores del Océano
(A propósito
del supuesto cierre cartaginés del Estrecho de Gibraltar)
Fuente: Byrsa, nº3, 2003
El viaje configura el pensamiento
a causa de su penetración en lo inexplorado. Es una forma de conocimiento, una
demostración que derriba mitos y leyendas. Los terrores del océano, en
particular, han estado sujetos, en una muy abundante bibliografía, a
interpretaciones de índole diversa, analizadas en este artículo. Ana Santos
propone desterrar la idea de que fenicios y cartagineses inventan una patraña
terrorífica con fines comerciales, y elabora una propuesta de base simbólica en
la que el monstruo representa lo liminar, la inquietud del hombre ante lo que
no controla, ante lo desconocido.
THE TERRORS OF OCEAN
(On the supposed
carthaginian closing of the Straits of Gibraltar)
The trip configures the thought on account of its penetration in the
unexplored thing. It is a form of
knowledge, a demonstration that knocks down myths and legends. The terrors of
the ocean particularly, have been subjected, in a very copious bibliography, to
interpretations of diverse nature, analysed in this article. Ana Santos
proposes to abandon the idea that Phoenicians and Carthaginians invent some
frightening tall stories with comercial purpose, and devises a proposal of
symbolic base in which the monster represents the border line, the anxiety of
man facing what he does not control, the unknown thing.
Lo que vale la
pena de un viaje es el miedo.
Albert Camus, Carnets
I,
1935-37.
Soy incapaz de
decir hasta qué punto estas palabras del pensador francés se ajustan o no a la
realidad; pero sí me atrevería a afirmar que el miedo no ha frenado jamás la
voluntad humana de avanzar más allá de los límites establecidos por el
conocimiento.
El viaje es uno de los elementos
destacables de la configuración intelectual del hombre (Savater 1995: 12),
avanzar por lo desconocido es, en cierto modo, una manera de organizar el
mundo. Precisamente en los momentos de aislamiento y expansión territorial se
detecta de forma notable la creación de monstruos y peligros en las zonas
liminares. A cada nuevo territorio le corresponde una colonización imaginaria
anterior de seres fantásticos que representan valores extraños y opuestos a los
del explorador. Héroes civilizadores como Heracles en el mundo antiguo (Lacroix
1974), santos y misioneros en el medievo, hombres de ciencia como los
personajes de Sir Arthur Conan Doyle en el mundo moderno y guerreros estelares
en la Posmodernidad han sido los encargados de luchar contra el caos siempre
acechante.
Límites
Todos los
pueblos de la Antigüedad representaron el mundo finito (Janni 1998: 23) y
confeccionaron una imagen terrorífica de sus márgenes[1]. En el imaginario griego
lo monstruoso y fantasmagórico ceñía la civilización de modo similar a como el
Océano, único e inmenso, rodeaba la tierra con sus vagabundas olas (Avien., Orb. 74).
Durante el
Arcaísmo el viaje a los extremos supuso un argumento para encontrar las
similitudes y las diferencias (Bernabé 1998), e integrarlas en el imaginario.
El conocimiento y la creación de la imagen fabulosa de Occidente fueron, a un
tiempo, causa y efecto de la organización y sistematización del espacio en un
eje de coordenadas que respondía a la tradición de oposición centro/periferia,
heredada de Anaximandro. Esta tradición arrastraría hacía los límites de la
tierra tanto las maravillas como los monstruos, y justificaría en la
marginalidad cultural la dominación (Payen 1997: 177). De modo que, paralela a
la expansión colonial griega hacia Poniente, se producirá una migración de
los mitos y las fábulas (Fabre
1981: 23).
Las narraciones de diversa índole, míticas, épicas, geográficas,
históricas..., fueron poblando de dioses, héroes y seres fantásticos las
tierras liminares ligadas al Océano (Janni 1998: 24). Un Océano que, ante todo,
era inaccesible para el hombre.
Sombras
Algunos
autores atribuyen a fenicios y cartagineses las leyendas sobre los terrores del
Océano como una manera de ocultar y alejar de las rutas comerciales a los
posibles competidores. En la tradición historiográfica española esta particular
visión de las fuentes antiguas tuvo su punto de arranque en la obra del
historiador alemán Adolf Schulten (1928; 1972).
Schulten
concebía el Mediterráneo como un lugar de conflicto entre bloques antagónicos[2];
y proponía un Imperialismo Cartaginés comercial y militar al que culpaba de la
destrucción de Tarteso y del cierre del Estrecho de Gibraltar (González Wagner
1986: 450; Krings 1998b: 341 y
ss.; López Castro 1996: 289-331).
Su
modelo, ampliamente debatido (González Wagner 1984; Cruz Andreotti 1987; López
Castro 1996; Alvar, Martínez, Maza y Romero 1995), se ha ido desmoronando
lentamente dejando paso a interpretaciones y vías de estudio que han visto
premiados sus esfuerzos interpretativos con el descubrimiento de nuevos
asentamientos fenicios en la costas peninsulares (Blázquez, Alvar, González
Wagner 1999: 420 y ss.). El incremento en los registros arqueológicos de
productos griegos, cartagineses y etruscos en la Península (López Castro 2000: 126
y ss.), la incorporación de fuentes que habían sido excluidas de la
investigación (Oikonomides 1978: 83) y la lectura contextualizada de las mismas
(Krings 1998a) impiden seguir manteniendo que después de Alalia e Himera el
Mediterráneo Occidental cambió radicalmente.
No
obstante, algunas de sus propuestas, como la interpretación que dio a los
terrores Atlánticos, continúan enquistadas en nuestro conocimiento histórico.
La certeza del
cierre del Estrecho como efecto directo del monopolio comercial cartaginés[3]
llevó al alemán a plantear que la ausencia de noticias sobre la Península[4]
o el carácter fantástico y escatológico de las existentes eran consecuencia del
celo de los cartagineses por guardar las rutas para preservar sus áreas
comerciales.
Hilmicón, que
hizo un viaje al norte, a la tierra de estaño, refirió en su relato toda una
suerte de terribles peligros, propios del Océano, como calmas, nieblas, bajos,
algas, monstruos marinos (Avieno, 117, 380, 406), con el fin de atemorizar a
los navegantes extranjeros. Y lo consiguió de maravilla, pues los griegos
reprodujeron puntualmente esas imágenes terroríficas.[5]
Con asombro se advierte, aún hoy, la persistencia de este
planteamiento en obras de referencia, manuales universitarios y trabajos de
investigación[6]. Con asombro
porque, como ya señalara Tarradell (1983: 104-106), hay indicios suficientes que nos permiten negar la idea de
una pretendida barrera psicológica
(Alvar 1980: 49) impuesta por
Cartago. El primero de ellos, el propio método de trabajo del historiador.
La argumentación lógica del alemán consistía en un sofisma circular o
dialelo, en el que se afirma una cosa por otra y ésta por la primera. Es decir,
el Cierre del Estrecho y el monopolio cartaginés se basaban en el primer
tratado entre Roma y Cartago (Pol. III, 22, 1-2) y en las narraciones que
hablaban de las dificultades de navegación en el Océano. Y a su vez, la lectura
y cronología de estas fuentes se explicaban en el monopolio cartaginés.
A este círculo vicioso se añadía una interpretación evemerística de los textos que consistía en recuperar ciertas
narraciones tradicionales antiguas y darles una lectura histórico-geográfica
que enlazaba perfectamente con la teoría que se quería demostrar (Cruz
Andreotti 1994: 70).
Sepultada
la creencia del cierre del Estrecho (González Wagner 1983: 230; Alvar, Martínez
y Romero 1995: 61) y atendiendo a los estudios sobre las rutas de navegación,
que demuestran que no era tan complicado navegar por él[7],
sólo tendría que apelar al método lógico arriba expuesto para cerrar esta
discusión; pero mejor veamos las contradicciones y paradojas a las que nos
llevan estas hipótesis.
Contradicciones
y paradojas.
Existe un grupo de informaciones sobre las navegaciones fenicias en las que
se dice explícitamente que éstos ocultaban información sobre lugares fabulosos
(Ps. Arist., Mir. Ausc. 136 y Diod., V,
20), llegando incluso a darse el caso de un comerciante que prefirió hundir sus
naves a desvelar el destino de su viaje (Str. XVII, I, 19).
Frente a estas noticias,
en las que se deja sentir ya el efecto del desprestigio cartaginés promovido
por los autores romanos después de las guerras púnicas[8],
existe otro grupo de referencias, mucho más abundante y totalmente contrario,
que presenta a fenicios y cartagineses como informadores y puntos de apoyo para
explicar la historia griega; y también como elementos de coherencia y
verosimilitud dentro de los relatos griegos sobre Occidente (Bunnens 1979: 92, Plácido 1989: 46-47 y Fabre
1989: 22).
Los ejemplos
son numerosos y salpican toda la literatura griega y romana: Eforo (frag. 129),
Herodoto (I, 170 o IV, 196-197), Elio Arístides (Or. Aegt. 36.85),
pero fueron
los autores helenísticos los que más lejos llevaron esta idea, al establecer
como requisito indispensable para probar la fiabilidad histórica y geográfica
de Homero (Fabre 1981: 323) el que éste hubiese obtenido sus informaciones de
los marineros fenicios (Str. 3.2.13 y 14).
Las
contradicciones y paradojas suelen darse cuando el historiador intenta
conciliar las distintas tradiciones. Lo vemos, por ejemplo, en los intentos por
dilucidar la autoría del Periplo de Hannon, pues los mismos autores que
defienden que el texto no puede ser púnico porque los cartagineses mantenían
ocultas sus rutas, defienden también que el autor real griego ha puesto en boca
de un cartaginés las noticias para que éstas sean verosímiles (Gómez Espelosín
1996: 102-103 y Desanges 1978: 39-85).
No menos
contradictorio resulta el texto de López Melero (1998: 616 y ss) en el que
mantiene como topos literario la información de Píndaro sobre los peligros
del Océano, y al mismo tiempo cuestiona a los que niegan el cierre del
Estrecho, alegando la verosimilitud de las fuentes sobre la precaria
navegabilidad del Atlántico.
Sugerencia.
Decía Julio Caro
Baroja (1986: 259) que ser tremendista o tremendamente original en erudición
resulta un poco difícil. Y tiene razón porque, atendiendo a todo lo
anteriormente expuesto y a las razones que daré a continuación, mi sugerencia
es que las informaciones sobre los terrores y peligros oceánicos responden, en
general, a un topos literario
propio de la percepción de lo lejano, lo extraño y lo fronterizo. Cosa que los
propios autores antiguos supieron ver.
Así como en los mapas, Socio Seneción, los
historiadores, relegando a las partes más extremas de sus tablillas cuanto
escapa a su conocimiento, escriben a modo de excusa acotaciones como: “Lo de
más allá, dunas áridas y plagadas fieras” o “Sombrío pantano” o “Hielo de
Escitia” o “Mar helado”, así también a mí, cuando ya la redacción de Vidas
Paralelas llegue al límite del tiempo accesible al relato verosímil y
transitable para la historia que se atiene a los hechos, a propósito de lo más
antiguo me era correcto decir: “Lo de más allá, fantástico y patético, lo habitan
los poetas y mitógrafos y ya no ofrece garantía ni evidencia”.
(Plu. Thes. 1.1-3)
Uno de esos falsos
tópicos que se creía difundido por los cartagineses era la dificultad que el
lodo entrañaba para la navegación. Intentaré demostrar que éste constituye en
realidad un referente de las zonas extremas del oikumene.
Occidente
La lectura
tradicional de las fuentes antiguas ha puesto mayor énfasis en el valor
histórico que en el valor historiográfico de las mismas (Verónica Krings 1998a:
328 y ss). Esto ha provocado que los datos suministrados por los autores
antiguos se valoren como hechos que explican una realidad y no como
elaboraciones simbólicas que se circunscriben a una tradición literaria
determinada, la del relato de viajes, cuyo éxito dependía en buena medida de la
dosis de fantasía que contuvieran. En este sentido cita Medas (2000: 233-234)
los relatos de Hannon y Hilmicón cuyas estructuras y elementos fabulosos
indican que los textos no estaban dirigidos exclusivamente a los navegantes
sino que estaban pensados para un público más amplio. Javier Gómez Espelosín
señala, al respecto, el caso de Piteas que por intentar llevar a cabo una
descripción menos tópica de los limites septentrionales fue duramente criticado
por Polibio y Estrabón. Lo mismo que ocurriera con Antífanes de Berge (García
Moreno y Gómez Espelosín 1996: 106 n. 13).
En la imagen
del Extremo Occidente coexistieron siempre la fábula y el conocimiento (Fabre,
1981: 289). La experiencia real de la navegación y el recelo a lo extraño se incluyen
en los relatos a través de un lenguaje simbólico, de forma que el imaginario
acaba enmascarando el miedo (Plácido 1991: 128). Por eso, si queremos
comprender las informaciones que se refieren a esta zona hay que tener en
cuenta que la mayoría de los
textos responden a esquemas mitopoéticos que no dejan de utilizarse ni siquiera
tras el conocimiento real del espacio (Cruz Andreotti y Pérez 1998: 109). Las
representaciones fabulosas de Occidente persisten, no se disipan a pesar de las
novedades filosóficas, aparecen fosilizados en el imaginario y sobrepasan las
barreras del saber científico y físico (Fabre 1981: 310). Los terrores e
impedimentos son necesarios para justificar la colonización griega y para
magnificar la conquista romana. La imitatio herculi, desarrollada por Aníbal,
Pompeyo, César, Trajano, Adriano o el Emperador Cómodo, en relación al templo
de Heracles en Gádir (López Castro 1998, García y Bellido 1963; Piccaluga 1974) confirma el alcance de la tradición del héroe
civilizador Heracles en Occidente, cuya lucha contra monstruos y tiranos se
convirtió en el máximo símbolo de poder y prestigio (Carrière 1994: 81).
Lodo.
La presencia de
lodo, cieno o fango, en las narraciones sobre la navegación más allá de las
Columnas de Heracles se puede poner en relación con la representación del final
del mundo y del Hades en el Extremo Occidente correspondiente a la metáfora
PUESTA DE SOL = MUERTE. Al tiempo, habría otras teorías en las que la noche se
identificaría con el origen del mundo (Damascio, de principiis, 124).
La tradición
griega sobre el Océano combina los relatos míticos propios y las leyendas
orientales. Las narraciones de Danao, Pélope o Cadmo reivindican a los
orientales como componentes activos en la configuración de la civilización helénica
(P. Fabre 1981: 7 y ss), pero la literatura historiográfica respecto a este
tema no siempre ha estado de acuerdo en reconocer las influencias orientales[9].
De cualquier forma, la importancia simbólica del sol poniente fue un rasgo
característico de todas las culturas mediterráneas. Recientes investigaciones
sobre las acuñaciones monetarias púnicas (Mora Serrano e. p.) muestran también
el uso de la iconografía de sol y del Océano para señalar la situación extrema
y liminar de toda la región del Estrecho de Gibraltar.
Tanto en la visión
oriental como occidental, el Océano se identificaba con los límites y con la
muerte. En él se sitúa el Hades de Odiseo como anteriormente se había
localizado en la epopeya de Gilghamesh o en El Libro de los muertos. Además estos viajes establecen claras concomitancias con la teoría
de la transmigración de las almas
en la que el alma ha de pasar distintos obstáculos hacia el más allá como,
brazos de mar, pantanos, ríos. Si
conseguía salir indemne, le saldría al encuentro la luz, y, si no era así le
esperarían fango y las tinieblas (Platón, Phaed, 69c):
Y puede ser que quienes nos
instituyeron los cultos mistéricos no sean individuos de poco mérito, sino que
de verdad de manera cifrada se indique desde antaño que quien llega impuro y no
iniciado al Hades yacerá en el fango [...]
El fango es un elemento físico
filosófico que representaba en las antiguas cosmogonías el principio y el fin.
Un elemento que, como las serpientes y los dragones (Eliade 1986: 67) con los
que suelen compartir ubicación, representan lo preformal, lo latente, lo
indiferenciado. En el texto cosmogónico de Filón de Biblos recogido por Eusebio de Cesarea
10. 1, se dice:
Sitúa en el origen del universo un aire opaco y
ventoso o un soplo de aire opaco, y el caos fangoso y tenebroso. Estos
elementos eran infinitos y permanecieron sin límite largo tiempo.
Para la idea de
elemento primordial se puede tener en cuenta el siguiente fragmento del Génesis, 2, 7: Y creó dios al hombre del barro y la
tierra. Y también en Eusebio de Cesarea (10. 2)
(...) Según
unos es el limo; según otros la putrefacción de una mezcla acuosa. De aquí
procede toda semilla de creación y Génesis.
Para la expresión
del Fin, servirían como ejemplo el texto de Pausanias (II, 375) en el que la
entrada del Hades de Dioniso se sitúa entre una ciénaga y una fuente. Así como la descripción de
Hesíodo (Escudo 150-154) del escudo de Heracles en la que dice:
Sus Almas se hunden en la tierra hacia la mansión
de Hades; y sus huesos, al descomponerse la piel que los recubre, bajo el
resecaste Sirio se pudren en la negra tierra.
Las narraciones que enlazan el
fango con el mito del Océano también son
numerosos y están presentes en todo tipo de textos. En una
de las primeras descripciones que tenemos de Occidente ya presentimos cómo la
ausencia de luz, de vientos y de corrientes convierten las aguas oceánicas en
una especie de estanque o ciénaga. El agua era vista, en el mundo antiguo, como
un agente purificador pero si su color es oscuro se relaciona directamente con
la muerte. Homero (Il. 8.477):
Yo
de ti no me preocupo porque estés enojada, ni aunque vayas a los confines de la
tierra y el mar, donde Japeto y Crono aposentados no gozan del brillo del Sol
hijo de Hiperión, ni de los vientos [...]
Muy parecidas serán algunas de
las descripciones oceánicas del viaje de Himilcón en el siglo VI a.C. aprox.,
recogidas por Avieno (Ora. 118-123):
El cartaginés Hilmicón asegura que estos
mares a penas se
pueden atravesar en cuatro meses, tal como
él mismo contó
que lo había comprobado navegando
personalmente. Así,
ningún viento empuja la nave a gran
distancia;
así mismo el agua del mar perezoso no se
mueve en sus
dominios (...)
En otros pasajes del mismo relato
también hace mención específica del fango como impedimento a la navegación
Atlántica (365-66):
(...) cuenta que el mar de alrededor
y el más cercano continúan siendo muy poco
profundos en
una gran extensión, que las embarcaciones
cargadas no
pueden acercarse a estos parajes por la
cantidad de
agua y por el espeso lodo del litoral.
Otros
ejemplos reveladores que insisten en esto son el de Escílae de Carianda (Periplus I):
Más allá de la
isla de Cerne no se puede navegar por el poco fondo del mar, el fango y las
algas.
El
de Platón (Crt 108) en el que la causa del hundimiento de la isla
Atlántida, es el lodazal:
[...]
habiéndose hundido por causa de seísmos, constituye un obstáculo en forma de
lodazal intransitable para los que por allí hacia el piélago total navegan.
También
en el siguiente texto de Aristóteles (Mete. 354a
22), se vuelve sobre la misma idea:
En
cambio las zonas situadas en la parte de fuera de las Columnas son poco
profundas por causa del fango; no las bate el viento porque este mar se
encuentra en una especie de cuenco.
Terminamos este
repaso con la original confluencia de elementos que propone Aristófanes en Las ranas (v.v. 139-151). En esta obra la
descripción del viaje al Hades se carga de sorpresivas similitudes con el viaje
a Occidente. Así ocurre en el siguiente fragmento, en el que un Heracles, ya
socarrón y objeto de chiste, relata a un Dioniso ridículo cómo guiarse hacia el
Averno:
HERACLES. En una barquita así de pequeña un viejo marinero te la hará
atravesar (la laguna Estigia), cobrando dos óbolos por el pasaje.
DIONISO. ¡Ay! ¡Qué gran poder tienen los dos óbolos en cualquier
sitio! ¿Y cómo
llegaron allí?
HERACLES. Los trajo Teseo. Después verás serpientes y mil bestias
terribles.
DIONISO.
No me asustes ni me des miedo: no vas a hacerme volver a atrás.
HERACLES.
Y luego mucho fango y estiércol que fluye incesante; y yaciendo en él, al que
hizo injuria a un extranjero o, tras tirarse a un muchacho, se quedó con el
dinero, o pegó a su madre o golpeó la mandíbula de su padre o juró con perjurio
o plagió un parlamento de Mórsimo.
La
comedia antigua busca golpes humorísticos, chistes, situaciones absurdas o
ridículas con el objeto de causar un determinado efecto en su público. Los
cómicos consiguen este efecto gracias a su conocimiento de lugares comunes.
Según Jaeger (1996: 335) en la comedia de Aristófanes lo real se disuelve en
una alta realidad intemporal, fantástica o alegórica, de este modo Aristófanes utiliza
la figura distorsionada de Heracles y todos aquellos recursos con los que
habitualmente se relacionaba Occidente. El lodo asociado tradicionalmente
al Hades, se utiliza conscientemente porque le es familiar a la audiencia.
Toda esta amplia
tradición sostiene una imagen de Occidente como frontera de la noche; por eso
el fango, el excremento, la podredumbre y todo lo repulsivo y contrario a lo
que significa la vida han de encontrarse allí. Esta idea también ha podido
influir, quizás, en el hecho de la admiración griega hacia los fenicios, pues
los verían como una especie de Carontes inauditos, comunicadores de ambas
orillas, no la de Oriente u Occidente, sino la de lo conocido y lo desconocido,
la de la vida y la muerte.
Queda descartada,
una vez más, la teoría sobre el cierre del Estrecho. Los terrores del Océano ya
no puden ser vistos como esas mentiras púnicas que decía Posidonio (apud Str. 2, 5, 5), y que los apriorismos
historiográficos e ideológicos difundieron desde la Antigúedad. Más bien estos
peligros deben comprenderse dentro del esquema de percepción del espacio
marginal. Un esquema que sobrepasó los límites de la Antigüedad y del Medievo,
y llegó completamente vivo al Renacimiento, tal y como demuestran las láminas y
los mapas que acompañaron las navegaciones atlánticas de los grandes
descubridores.
[1] Sobre los tópicos y la geografía mítica de los límites del mundo ver Ballabriga 1986; P. Fabre 1981; Plácido 1995-96; Pérez y Cruz Andreotti 1998, Gómez Espelosín 1994.
[2] La visión del Mediterráneo en términos de competición propuesta por autores como Boardman (1973: 169 y ss.) es una creación de la historiografía moderna, cimentada sobre la tradición antigua que trataba de explicar la historia como una sucesión de imperios universales (Krings 1998a: 499-513) y basada en el paradigma positivista, determinista y excluyente de los estudios clásicos (Bernal 1993: 263-310; Canfora 1991; Finley 1984: 91 y ss).
[3] Desde la destrucción de Tartessos fue Cartago dueña del Mediterráneo y del Océano. El Estrecho de Gibraltar quedó cerrado desde el año 500 para todo navegante extranjero (Schulten 1972: 132).
[4] Sobre los silencios de Herodoto se puede ver: Cruz Andreotti (1991) y Gómez Espelosín (1993).
[5] Schulten 1972: 133 y también: 1925: 30 y 96; 1928: 776; 1955: 123-124 y 139-40.
[6] Las obras citadas son sólo una pequeña muestra un tanto azarosa que pretende demostrar el itinerario seguido por esta idea. García y Bellido 1942: 177 y ss y 1952: 512 y ss; Dion 1977: 136; Bendala 1987:108; López Melero 1988: 616-7; Mangas y Plácido 1994: 59 y 1998: 447; Gómez Espelosín 1996: 101; Tsiolis 1997:18.
[7] Fernández Miranda (1988: 460), basándose en los hallazgos de piezas de bronce como los de Can Gallet en Formentera, plantea la hipótesis de que el Estrecho debió dejar de ser un obstáculo abstracto a lo largo del Bronce final, y se convirtió en un lugar relativamente transitado coincidiendo con la navegación fenicia y con los importantes conocimientos técnicos que éstos pudieron aportar. Al respecto, ver también Alvar 1988 y Díes Cusí 1994. Sobre la navegación astronómica, Medas 2000: 242 y ss.
[8] Sobre la distorsión que tuvo la visión de Cartago a partir del Poenulus de Plauto ver Dubuisson: 1983 y Franko 1994: 163 y ss .
[9] Sobre la problemática historiográfica de las influencias orientales ver Bernal (1993). Estudios concretos de esta influencia además del trabajo de Fabre que alude directamente a las concomitancias con la representación de Occidente, ver Burkert 1992; Morris, 1995. Específico para los fenicios el capítulo 7 de West 1999.
BIBLIOGRAFÍA
Alvar, J. 1988: La navegación
prerromana en la Península Ibérica: colonizadores e indígenas, Madrid.
----- 1980: “El comercio del estaño Atlántico
durante el período orientalizante”, Memorias de Historia Antigua, IV, pp. 43-49.
Alvar Ezquerra, J. - Martínez
Maza, C. - Romero, M. 1995: "Cartago versus Tartesso. Un problema
histórico y un debate historiográfico" en Actes du III Congres
International d'Etudes Pheniciens et Puniches, Túnez, 1991. I. Túnez, pp. 60 – 70.
Ballabriga,
A. 1986: Le soleil et le Tartare. L´image mythique en Grèce archaïque, Paris.
Bendala Galán, M. (coord.) 1987: Historia General de España
y América, Tomo II, Rialp,
Madrid.
Bernal, M. 1993: Atenea Negra, Crítica, Barcelona.
Blázquez, J. M., Alvar, J., Wagner, C. G. 1999: Fenicios
y Cartagineses en el Mediterráneo, Cátedra, Madrid.
Boardman, J. 1973: Los griegos
en ultramar: comercio y expansión colonial antes de la era clásica, Alianza, Madrid.
Bunnens, G.,
1979: L´expansion phénicienne en Méditerranée. Essai d´interprétation fondé sur une analyse des traditions
littéraires, Bruselas-Roma.
Burkert,
W. 1992: The orientalizing revolution, Near Estern influence on greek in the
Early Archaic age, Hardward University Press.
Canfora, L. 1991: Ideología de
los estudios clásicos, Akal, Madrid.
Caro Baroja, J. 1986: España
Antigua. Conocimiento y fantasía, Itsmo, Madrid.
Carrière, J. C. 1995: “Heracles de la
Méditerranée à l´Océan. Myte, conquête, acculturation”,
Clavel-Léveque, M. & Plana-Mallart, M.
(eds), Cité et territoire. Colloque européen. Béziers, 14-16 octubre 1994, París, pp. 65-87.
Cruz
Andreotti, G. 1987: “Un acercamiento histórico al Tartessos de Schulten”, Baetica, 10, pp. 227-240.
----- 1993: “Herodoto y Gades”, Baetica, 13, pp.
157-166.
----- 1994: “La visión de Gades en
Estrabón. Elaboración de un paradigma geográfico”, DHA, 20.1, pp. 57-85.
Cruz Andreotti, G. y Pérez, P.,
1998: “El diseño de un espacio
político: el ejemplo de la Península Ibérica”, Pérez Jiménez A. y Cruz Andreotti, G. (eds.), 1998: Los límites de la Tierra: El espacio
Geográfico en las culturas Mediterráneas (=
Mediterránea 3),
Ediciones Clásicas, Madrid, pp. 107-146.
Desanges, J. 1978: Recherches sur l´activité des
mediterranèens aux confins de l´Afrique, Roma.
Díes Cusí, E. 1994: "Aspectos
técnicos de las rutas comerciales fenicias en el Mediterráneo Occidental (s.
IX-VII a.C.)", Archivo de Prehistoria Levantina, XXI, Valencia,
p.311-336.
Dion, R.1977: Aspects politiques de la géographie
antique, París.
Dubuisson,
M., 1983: “L´image du carthaginois”, Studia phoenicia,
2, pp. 159-167.
Elíade, M. 1986: El mito del
Eterno Retorno, Barcelona.
Fabre, P. 1981: Les Grecs et
les connaissance de l´Occident, Universite Lille.
Franko,
F., 1994: “The use of poenus and carthaginiensis in early latin literature”, Cl.
Phil, 89, pp. 153-158.
Fernández Miranda, M. 1988: “La
navegación fenicia hacia el lejano occidente y el estrecho de Gibraltar”, CIEG, Madrid, pp. 459-472.
Finley, M. 1984: Uso y Abuso de
la Historia,
Crítica, Barcelona.
García Moreno, L. A. y Gómez Espelosín, F. J. 1996:
Relatos de viajes en la literatura griega, Alianza, Madrid.
García y Bellido, A 1942: Fenicios y
Carthagineses en Occidente, Madrid.
----- Menéndez Pidal, R. (coord.) 1952: Historia
General de España, Tomo I, Espasa-Calpe, Madrid.
----- 1963: “Hércules Gaditanus” AEA, XXXVI, pp. 70-103.
Gómez Espelosín, J. F. 1993:
“Herodoto, Coleo y la historia de la España Antigua”, Polis, 5, pp. 151-162.
----- 1994: Tierras fabulosas
de la Antigüedad, Alcalá de Henares.
Gómez Espelosín, J. F., Pérez
Largacha, A., Vallejo Girvés, A. 1995: La imagen de España en la Antigüedad, Gredos, Madrid.
González Wagner, C. 1983: Fenicios
y cartagineses en la Península Ibérica: Ensayo de interpretación fundamentado
en un análisis de los factores internos. Universidad Complutense. Madrid.
----- 1984: “El comercio púnico en el Mediterráneo
a la luz de una nueva interpretación de los tratados concluidos entre Cartago y
Roma”, Memorias de Historia Antigua, VI, pp. 212-224.
-----1986: “Cartago y Occidente.
Una revisión crítica de la evidencia literaria y arqueológica”, In memoriam.
Agustín Díaz Toledo, Almería, 1985, pp. 437-460.
Jaeger, W. 1996: Paideia, FCE, México D.F.
Janni, P. 1998: “Los límites del mundo entre el
mito y la realidad. Evolución de una imagen”, Pérez Jiménez, A. y Cruz
Andreotti G. (eds.), Los límites de la Tierra: El espacio Geográfico en las
culturas Mediterráneas (= Mediterránea 3), Ediciones Clásicas, Madrid.
pp. 23-40.
Krings, V.
1998a: Carthage et les grecs. c. 580-480 av. J. C.,
Leiden.
-----
1998b: “Carthage et le Grecs”, Veröff.
Joachim Jungius-Ges. Wiss. Hamburg, 87, pp. 499-513.
Lacroix,
L. 1974: “Héraclès, héros voyagueur et civilisateur”, Bulletin de la classe
des lettres et des sciences Morales et politiques, LV,
Bruxelles, pp. 34-65.
López Castro, J. L. 1996: “Fenicios y Cartagineses
en la obra de Adolf Schulten: una aproximación historiográfica”, Gerión, 14, pp. 289-331.
----- 1998: “Familia, poder y culto de Melqart
gaditano, Arys, I, pp. 93-108.
----- 1999: “Cartago y la Península Ibérica: ¿Imperialismo
o hegemonía?”, Actas de VIII Jornadas de Arqueología fenicio-púnica. La
Caída de Tiro y el auge de Cartago, Ibiza, 1990, Ibiza, pp. 87-107.
-----,
2000: “Carthage and Mediterranean trade in the Far West (800-220 b. C.)”, Rivista
de Studi Punici, pp. 123-144.
-----, 2001: “Formas de
intercambio preclásico de los fenicios occidentales en época arcaica”, Formas
de intercambio preclásico, I Coloquio de CEFYP, Madrid, 1998. pp. 123-132.
López Melero, R. 1988 “El Mito de las
Columnas de Hércules y el Estrecho de Gibraltar”, Congreso Internacional del
Estrecho de Gibraltar, Madrid,
133-148.
López Pardo, L. 2000: “La
fundación de Lixus”, Actas del IV Congreso Internacional de estudios
fenicios y púnicos, Cádiz, 1995, Vol. II, Cádiz, pp. 819-826.
Mangas, J., Plácido, D. (eds.), 1994: Testimonia
Hispaniae Antiquae I. Avieno, Madrid.
----- 1998: Testimonia Hispania Antiqua II A. La Península Ibérica según los
autores griegos de Homero a Platón. Madrid.
----- 1999: Testimonia Hispaniae Antiquae II B.
La Península Ibérica prerromana de Éforo a Eustacio, Madrid.
Medas, S. 2000: La marineria cartaginese, le
navi, gli uomini, la navigazione, Roma.
Mora Serrano, B. e.p.:
“Nota sobre representaciones solares en la numismática púnica”, V Congresso
Internazionale di studi fenici e punici (Palermo- Marsala 2000).
Morris, S.
1995: Daidalos and The origins of greek art,
Princeton.
Moulay
Rchid, M. 1989: “Lixus et Gades: realité et ideologie d´une symétrie”, DHA,
15, 2.
Oikonomides,
A. N. 1978: “The alleged Carthaginian blockade of the
Western Mediterranean an the adventures of a massaliot Tramp Ship (
Demosthenes, XXXII)”, The Anciente World, 1, pp.
83-88.
Payen,
P. 1997: Les îles nomades, Francia.
Pérez Jiménez, A. 1985: Plutarco.
Vidas paralelas, I, (Trad. A. Pérez
Jiménez) Madrid.
Pérez Jiménez A. y Cruz Andreotti, G. (eds.), 1998:
Los límites de la Tierra: El espacio Geográfico en las culturas
Mediterráneas (= Mediterránea 3), Ediciones Clásicas, Madrid.
Piccaluga, G. 1974: “Herakles, Melqart, Hércules e la Penicola Ibérica”, Minutal, 1, pp. 111-132.
Plácido, D. 1989: “Realidades
arcaicas de los viajes míticos a Occidente”, Gerión, 7, pp. 41-45.
----- 1995-96: “La imagen
simbólica de la Península Ibérica en la Antigüedad”, Stud. Hist., Hª antig.,
13-14,
pp. 21-35.
----- 2001: “El impacto de los
viajes mediterráneos en el imaginario griego”, López Castro, J. L., (ed.), Colonos
y comerciantes en el Occidente mediterráneo, Almería, pp. 115-129.
Savater,
F. 1995: Diccionario filosófico,
Barcelona.
Schulten, A. 1925: Fontes Hispaniae Antiquae II. Testimonios
desde 500 a.C. hasta César, Barcelona.
-----
1928: “ The Carthaginians in Spain”, The Hellenistic Monarchies and the Rise of
Rome. Cambridge
Ancient History, Vol. VII, Cambridge, pp. 769-792.
----- 1972: Tartessos, Austral, Madrid.
-----1955: Fontes Hispaniae Antiquae I, Avieno, “Ora Marítima”, Barcelona.
Tarradell, M. 1983: “La entrada en la
Historia”, Tuñón de Lara, M. (dir.) Historia de España, Labor, Barcelona.
Tsiolis, V. 1997: La geografía antigua, Arcolibros, Madrid.
West, M.
L. 1999: The East Face of Helicon. West Asiatic Elements in Greek Poetry and
Myht, Oxford.
No hay comentarios:
Publicar un comentario