Foto: Ana Santos Payán |
Hoy todo es Camus en las redes, celebración del pensador que más me ha dado.
Cuando escribía mi tesina Las Huellas de Melqart, de la que extraigo el fragmento aquí publicado, leía de forma compulsiva a Albert Camus. Por eso esta entrada. Bueno, por eso y por algo más: por los que ahora son héroes cerrando televisiones y dejando a salvo hospitales, por los que utilizan la palabra como arma de destrucción masiva, por la Medusa que llevamos tatuada.
Los fenicios occidentales en el imaginario griego arcaico (Fragmento)
Como ya he mencionado acerca del conocimiento del Extremo Occidente los mitos persisten, en términos de P. Fabre, fosilizados [31] en el imaginario y sobrepasan las barreras del saber científico y físico.
Razonablemente ante esta visión terrible del mundo oceánico resulta lógico que sólo los más afamados héroes pudieran, con ayuda divina, acceder a estas tierras lejanas, y el héroe que, parafraseando a Domingo Plácido, marca mejor y de modo más trascendental la imagen del extremo occidente en el imaginario de los griegos es Heracles [32].
Personaje variopinto: héroe civilizador y fundador de santuarios, templos y ritos antiguos, en palabras de Lacroix [33] protector de la humanidad. Pero también intrépido viajero, bandido, caricatura grotesca en la comedia antigua, ejemplo de virtud en la filosofía. Modelo a imitar por los hombres: Alejandro, Aníbal, Pompeyo, César, Trajano, Adriano y el Emperador Cómodo, entre otros, utilizaron su imagen con fines propagandísticos: ya sea para legitimarse, anclándose en una tradición mítico-legendaria-heroica o para dignificarse mediante una simbolización de poder y prestigio [34].
La complejidad de la leyenda heraclea supone una documentación esencial que refleja las inquietudes colonizadoras griegas y posiblemente algunas reflexiones sobre la relación mantenida con otros pueblos. Sus viajes a Occidente, considerados por algunos autores como Kirk, los más exóticos de todos [35], establecen una vinculación entre el plano ideal de la leyenda y el plano real constituido por la colonización [36]. También marcan los límites del mundo griego, límites geográficos, barreras físicas como ejemplifica la fábula de Brabio Apolo. En ésta se produce un combate entre Apolo y Zeus. Apolo dispara una flecha y llega al confín, al Jardín de las Hespérides. Zeus le pregunta ¿a dónde tiro yo, hijo, si no tengo espacio? [37] Al mismo tiempo estas expediciones acotan espacios morales, pues el heroísmo se entiende como culminación de las posibilidades de la existencia humana.
Estrechamente ligado al proceso histórico de colonización, Heracles penetrará con sus flechas en ese mundo extraño infundiendo civilización, así lo leemos en el libro II de Ferécides ateniense autor del V a. C:
Y he aquí cómo viaja él (Heracles) hasta las pomas de oro. Llegado a Tarteso pasa a Libia donde mata a Anteo, personaje desaforado hijo de Poseidón y luego llega al Nilo hasta Menfis, ciudad junto donde Busiris hijo de Poseidón [...] Tras llegar a Tebas pasa a través de montañas a Libia exterior, en cuyos desiertos mata con flechas a muchas alimañas. Una vez hecha la limpieza de Libia, bajó hacia el mar que está fuera, tomando la copa de manos del Sol; y cruza con ella hasta el otro lado a través de la tierra y el mar, también navegando por el Océano. [38]
La flecha es señal de la impronta civilizadora del héroe Heracles, que se hace efectiva contra las bestias sobre todo cuando baña sus puntas en las vísceras de la Hidra de Lerma [39]. Este dato, que podría ser asumido como un simple recurso literario, muestra una vez más la complejidad de las creaciones griegas, la flecha que habría de servir para eliminar los elementos salvajes y monstruosos, lleva en sí misma el elemento marginal como parte constitutiva de la hazaña del héroe. En este mismo sentido habla M. Yevzlin [40] de Perseo, también hijo de Zeus, que llevó la cabeza de la gorgona Medusa desde el Extremo Occidente hasta Atenea, para que ésta la colocase en su escudo, consiguiendo neutralizar e integrar en el centro mismo del helenismo la alteridad extrema del mundo de los muertos. Lo salvaje se incorpora al discurso propio del griego y el imaginario heroico genera los mecanismos adecuados para encubrir y revelar al mismo tiempo la realidad de los viajes.
La dimensión de héroe cultural asumida por Heracles en el mundo griego y en los confines del mundo conocido contribuye a la formación de los fenómenos históricos de interpretatio, asimilación o sincretismo [41]. Desde épocas tempranas y dentro del proceso interpretativo que según Grotanelli [42] afecta y se extiende por todo el Mediterráneo, Heracles se identifica con otros dioses vecinos como el fenicio Melqart.
El sincretismo entre Heracles y el héroe divino Melqart en Thasos, Cerdeña, Chipre o Gádir no parecía empresa difícil dadas las similitudes existentes entre los personajes y los intereses políticos y comerciales de griegos y fenicios. Los dos son héroes civilizadores, protectores de los navegantes, fundadores de colonias e inmortales gracias al fuego.
En el relato
del trabajo en el que Heracles ha de robar las vacas de Gerión [43],
puesto de moda por Estesícoro de Himera (640-555) en la Gerioneida, poema que se hizo bastante popular en Grecia y
que fue muy representado en vasos de figuras negras, el héroe ya no aparece
como un pirata, agresor y asesino de bestias [44],
sino como el perfecto colonizador. Esto es así porque el mito responde
esencialmente al intento de elaborar un sistema de referencia geográfico y
etiológico [45] para la
expansión colonial. J. Jourdain-Annequin mantiene que Heracles es el operador
lógico que ayuda a pensar el espacio [46].
Los conceptos acerca del poder siempre van ligados al carácter territorial,
para justificar el asentamiento en un lugar es importante tanto marcar las
fronteras, en este caso representadas por las Columnas de Heracles, como el
haber sido los primeros en llegar a estas zonas que por desconocidas se
consideran vacías, en blanco. Además, no podemos olvidar que el enfrentamiento
entre la naturaleza salvaje desorganizada y la naturaleza modificada en función
de la vida en sociedad también nos
habla de los opuestos representados en la ciudad [47],
la polis
que en estos momentos se está
definiendo [48].
Desde finales
del VII a. C. se venía llevando a cabo el segundo movimiento importante de
población griega, los asentamientos estables como Massalia o Emporion se
desarrollan en el siglo VI a. C [49].
Esto, indudablemente, se va a ver reflejado posteriormente en el imaginario
griego del período clásico que situará las aventuras de Heracles en lugares
concretos de la geografía peninsular y hará aparecer en algunas noticias a
protagonistas reales. Los relatos de Herodoto sobre la aventura de Coleo de
Samos y los foceos que llegaron a Tartesos, unidos a los últimos hallazgos de
cerámicas en Huelva son la razón esgrimida por algunos arqueólogos e
historiadores para afirmar la presencia griega en la zona desde el siglo VII [50],
pero el aumento de cerámica griega en los yacimientos no es un argumento sólido
para demostrar la presencia de una importante población griega en el VII a.C.
Podría simplemente tratarse de una intensificación del comercio fenicio con
Grecia y con Massalia [51].
De cualquier
forma, en estos momentos, en la cartografía y la geografía griegas se empieza a
observar un proceso de racionalización de todo el mundo mítico-cosmográfico
de la poesía arcaica [52], del que no queda exento
el conocimiento del Océano, que utilizará los datos adquiridos por los viajes.
En este sentido resulta interesante la obra de Hecateo de Mileto, autor del que
sólo se conservan algunos fragmentos recogidos por Esteban de Bizancio, en los
que se enumeran una serie de nombres de lugares pertenecientes al sur
peninsular que reflejan los contactos griegos con la Península. Además, parece
significativo el hecho de que la cerámica griega hallada en Huelva es en buena
parte de procedencia jonia [53],
como jonio es el propio Hecateo.
Del mismo
modo cabe destacar La Ora Marítima de Avieno, obra compuesta por
diferentes materiales entre los cuales se encuentra un periplo bastante
antiguo, cuya información podría corresponder al período orientalizante.
Independientemente de la discutida autoría griega o fenicia del relato y de la
polémica que acompaña siempre a esta composición [54]
me interesan sobre todo las informaciones sobre la costa Atlántica que reflejan
los contactos y establecimientos fenicios, constatados por la arqueología desde
el s. VIII a.C. y, sobre todo, ese nuevo interés por establecer una geografía
real de la ecúmene.
El proceso de
creación de imágenes y símbolos
sobre el Extremo Occidente durante el período arcaico tiene como fin principal
la organización y sistematización del espacio y del tiempo en un eje de
coordenadas que responde a la tradición de la oposición centro/periferia, que llega
desde Anaximandro y de la que va a ser heredero directo Herodoto. Esta
tradición justificaría en la marginalidad cultural la dominación [55].
En todo el proceso analizado hasta el momento, aunque implícito, el
elemento semita es como hemos visto bastante importante, pues desde la Odisea, para los
griegos el mundo de los viajes marinos se encuentra íntimamente relacionado con
los navegantes fenicios [56]. Se ha destacado
especialmente la figura de Heracles porque sus viajes son una prueba fehaciente
de esta situación, así como por la enorme importancia que adquirirá en épocas
posteriores el Templo de Melqart/Heracles. Pero hay otros muchos rasgos
significativos en los que se insinúa lo fenicio, como por ejemplo, las propias
columnas que en la religión cananeo-fenicia expresan la divinidad [57],
el límite de lo humano; y también la presencia de dragones que recuerdan al
Leviatán bíblico [58], tanto en
su condición monstruosa, como en la simbología que le lleva a representar el
caos primigenio y las aguas marinas [59].
Además
se dan también toda una serie de localizaciones que en épocas posteriores
aludirán al mundo fenicio. Una de ellas podría ser la de Crono en el Extremo
Occidente, (Homero, Ilíada ,8, 477) pues se pensó que el
mito de la lucha entre Zeus y Crono era de procedencia fenicia, tal y como
lo afirma Crates (Gr. 4ª b),
maestro de Posidonio y Asclépides de Mirlea, [60].
Otra es la localización de la isla Sarpedonia en el Océano en el poema épico
del VII a. C. las Ciprias (32), como señala D. Plácido
el nombre de la isla recuerda al licio relacionado con los viajes de fenicios y
rodios a Occidente [61],
(Apolodoro
II, 1, 4).
Y para terminar señalaré la del nombre de la isla de Eritía donde
sitúa Hesíodo (Teogonía 979) la aventura de Heracles y Gerión, que
estuvo casi siempre asociada a los fenicios [62]
como leemos en este texto de Plinio (Nat. 4.120),
Por el lado que mira a Hispania, aproximadamente
a 100 pasos hay otra isla, de una milla de longitud y una milla de anchura, en
la cual estuvo antes la ciudad de Gades. Es llamada Eritea por Éforo y por
Filístides, Afrodisias, por Timeo y por Sileno e Isla de Juno, por los nativos.
Timeo afirma que la isla más grande se suele llamar entre éstos Cotinusa por
los acebuches: los nuestros la llaman Tarteso, los cartagineses Gádir, palabra
que significa en púnico “seto”. Se llamó Eritea, porque los tirios, sus
aborígenes, se decía que eran originarios del Mar Rojo. Ciertos autores piensan
que en ella habitó Gerión, a quien Hércules arrebató el rebaño. Pero hay quien
piensa que se trata de otra isla, frente a Lusitania, y llaman con ese mismo
nombre a cierta isla de allí. [63]
Estas asimilaciones no pueden verse en términos de absorción
cultural, sino como identificación interesada griega por motivos políticos y
económicos [64]. Las
estructuras que ofrecían los conocimientos fenicios fueron utilizadas y
traducidas a términos propios con los cuales los griegos ya habían expresado
anteriores esfuerzos coloniales. De esta manera, la palabra clave es
interpretación. Interpretación de la experiencia fenicia para modelar su
imaginario y asumir Occidente con su propio lenguaje.
[31] FABRE, P., op. cit. 16. p. 310, con el uso de este término,
que aparece en incontables ocasiones en toda la obra, Fabre sintetiza la
situación de esos mitos que no se disipaban a pesar de las novedades filosóficas y geográficas.
[32] PLÁCIDO, D., “La imagen simbólica de la
Península Ibérica en la antigüedad”, Stud. Hist., Historia Antigua, 13-14, 1994-1995, p. 25.
[33] LACROIX, L., “Héraclès, héros voyageur et
civilisateur”, Bulletin de la classe des Lettres et des sciences morales et
polítiques, Tomo LX,
1974, pp. 34-65.
[34] El aspecto de la imitatio herculi se trata más extensamente en el capítulo
seis.
[35] KIRK, G. S., El mito. Su significado y
funciones en las distintas culturas, Barral, Barcelona, 1973, p. 215.
[36] LÓPEZ PARDO, F., El Empeño de Heracles, Arcolibros, Madrid, 2000, p. 8.
[37] Más tarde el discípulo aventajado de Parménides,
Zenón de Elea, demostrará que ninguna flecha puede alcanzar confín alguno, ya
que ésta ni siquiera se mueve, pero eso ya es otra historia.
[38] MANGAS, J., y PLÁCIDO (eds.), Testimonia
Hispania Antiqua II A. La península Ibérica en los autores griegos de Homero a
Platón, Madrid, 1998,
(trad. E. GANGUTIA), p. 27.
[39] UNANUA M. A, El enigma de Zenón de Elea, Iralka, Irún, 1999, p. 33.
[40] YEVZLIN, M., op.
cit 8, p. 95.
[41] BONNET, C.
“Heraclès en Orient: interprétations et syncrétismes”, BONNET, C., y
JOURDAIN-ANENEQUIN, C., D´une rive á l´autre de la Mediterrnée. Bilan et perspectives, Bruselas-Roma, 1992, p. 167.
[42] GROTANELLI, C., “Santuari e divinitá delle
Colonie d´Occidente”, La religione Fenicia. Atti del Colloquio in Roma, 6 Marzo, 1979, p. 113.
[43] Descendiente de Chrysaor y Medusa.
HESÍODO, Teogonía, p.
270-288.
[44] PICCALUGA, G., “Herakles, Melqart,
Hercules e la Penisola Iberica", Minutal, 1974, p. 117.
[45] BURKERT, W., “Le mythe de Géryon:
perspectives préhistoriques et tradition ritualle”, Il mito greco. Atti del
Convegno Internazionale Urbino,
1973, Roma, 1977, p. 274.
[46] JOURDAIN-ANNEQUIN, C., “De l´espace de la cite ...”, art. cit,
15, p. 47.
[47] Ibíd. p. 38.
[48] A. DOMÍNGUEZ MONEDERO recuerda que el
inicio de la conformación de la polis y el inicio de la colonización no son
sólo procesos sincrónicos sino, además, íntimamente relacionados. Y por eso algunos procesos de la
creación en el imaginario responden a necesidades análogas, la polis implica necesariamente la cuestión del territorio,
La polis y la expansión colonial griega. Siglos VIII-VI, Síntesis, Madrid, 1991, p. 98 y ss. [49] Ibíd. p. 130.
[50] CABRERA BONET, P., "La presencia
griega en Andalucía (siglos VI al IV a.C.)", FERNÁNDEZ JURADO, J. , RUFETE TOMICO, P. - GARCÍA SANZ, C.,
(eds.), La Andalucía Ibero-Turdetana (Siglos VI - IV a. C.). Huelva, 1994.
Huelva Arqueológica, XIV,
Huelva, 1997 pp. 367-390, OLMOS, R., “Tartessos y el comercio mediterráneo:
siglos VIII al VI a. C”, La Magna Grecia e il lontano O. Atti del XXIX Convegno di Studi sulla
Magna Grecia, Taranto 1989,
Taranto, 1990, pp. 411-447.
[51] LÓPEZ CASTRO, “Formas de intercambio
preclásico”, I Coloquio del CEFYP, Madrid, 1998 p. 12, (ep)
[52] THA II A, op. cit. 38, p. 138.
[53] LÓPEZ CASTRO,
“Carthage and Mediterranean trade in the far west (800-220 b. C.)”, Rivista de
studi punici, 1, 2000, p. 128 y ss.
[54] Para un análisis más profundo de Avieno
resulta imprescindible el tomo primero de los Testimonia Hispania Antiqua, dedicado exclusivamente al autor. Trabajos
concretos sobre la Ora marítima ALVAR, J., “Avieno, los
fenicios y el Atlántico”, Kolaios, 4, 1995, 21-7;
ANTONELLI, L., “Aviénus et les colonnes
d´Hercule”, MCV, 1995,
XXXI (I), p. 77-83; BALBOA SALGADO, A., “Rufo Festo Avieno y su Ora Maritima: consideraciones acerca un sujeto y un
objeto”, Galaecia, 13,
1992, pp. 369-398 y “Más allá de las Columnas de Hércules: del discurso
espacial en la Ora Maritima
de Avieno”, Stud. hist., Hª antig. 13-14, 1995-96, pp. 195-204; GARZÓN, J., “En torno a Rufo Festo
Avieno”, Memorias de Historia Antigua, VII, 1986, pp. 147-149; SALINAS FRÍAS,
M., “La Ora Maritima
de R. Festo Avieno, una obra literaria del siglo IV”, In Memoriam J. Cabrera
Moreno, Univ. Granada,
1993, pp. 463-478.
[55] PAYEN, P., Les îles nomades, Francia, 1997, p. 177.
[56] PLÁCIDO, D., “La imagen simbólica de la
Península Ibérica en la Antigüedad”, Stud. Hist. Hª. antig. 13-14, 1995-96, p. 28.
[57] AUBET, Mª, E., Tiro y las colonias
fenicias de occidente. Edición ampliada y puesta al día, Crítica, Barcelona,
1994, p. 238.
[58] SALMOS, 73 (74), 13-14.
Al leviatán quebraste las cabezas: tu
lo diste a los monstruos marinos por comida.
[59] TSIRKIN, J.
B., “The labours, death and resurrection of Melqart a depicted on the
Gades´Herakleion”, RSF, IX, 1981, p. 25.
[60] MANGAS, J. y PLÁCIDO, D. (eds.), Testimonia
Hispania Antiqua IIA. La Península Ibérica según los autores griegos de Homero
a Platón. Madrid, 1998,
p.15, n. 24.
[61] PLÁCIDO, D., “La naturaleza femenina en
la imagen griega del Extremo Occidente”, DUBY, G., PERROT, M., Historia de
las Mujeres. La Antigüedad,
Taurus, Madrid, 2000, p. 595.
[62] WATHELLET, P., “Les pheniciens et la
tradition homerique”, Studia Phoenicia, 2, 1983, 235.
[63] THA II B, p.458, (trad.
I. ILLÁN)
[64] CRUZ ANDREOTTI, G., “Herodoto y Gades”, Baetica, 13, 1991, p. 160.