Pasajeros
El silencio
nos recuerda
de dónde
venimos
y a dónde
vamos.
Por eso hay
tantos
que no lo soportan.
Ángel
Guache
Hoy
es uno de esos días en los que las cosas sudecen sin entusiasmo, luce el sol,
llegan buenas noticias, nada te emociona, cada día es más difícil recuperarse
de una resaca de tristeza, viajas en autobús urbano y
entre el correo que aún no has tenido tiempo de abrir hay una carta de Pablo
Márquez, un sobre inglés, hay otras cartas, pero ya las abriste, eran buenas
noticias, la de Pablo es una tarjeta que anuncia su próxima exposición, Die
Wunderkammer, es decir, La cámara de las maravillas,
lugar donde se guardan objetos que por alguna extraña razón resultan
prodigiosos para el que los colecciona, similar a ese cuaderno tuyo en el que
llevas años anotando las citas de tus autores preferidos, una cámara llena de
ingenios fabricados por Pablo, demiurgo cauteloso que crea y destruye el tiempo
de los objetos, el tiempo de este trayecto te parece exageradamente lento, la
gente no deja de bostezar, las mañanas son cárceles luminosas que retienen nuestras
ilusiones, te lamentas y vuelves a las páginas de El
Mal de Montano, a la luz de los hechos surge una terrible
duda ¿serás otra enferma más de literatura?, regresas a la tarjeta de la galería
de arte Belarde, destruir antiguos significados para crear otros nuevos, la
obra que la ilustra se llama picnic de guerra, una
caja de madera y de cristal preñada de platos, cubiertos, agujas, una jeringa,
un pincel y un pedazo de panal idéntico al edificio que dejaste atrás cuando
subiste a este maldito autobús, la certeza de un picnic próximo en una guerra
próxima te ahoga, mal presagio, un picnic con material quirúrgico, ¿para curar
las llagas que deja el odio?, luchar contra la muerte, ¡qué rebeldía!, sonríes porque hubo
un tiempo en el que pensaste dedicarte a la medicina, querías ser cirujano:
abrir, recomponer, cortar, mirar... la falta de destreza para la costura te
llevó a la Historia algo menos higiénica pero igual de sangrienta, ¿has mirado
bien la ilustración de la tarjeta? la caja es real y los
objetos que contiene también lo son, sí, estás segura, pero el sentimiento
pictórico es tan fuerte que dudas, metamorfosis creadora lo llaman, tu mirada
cambia de rumbo buscando el mar, ¿acaso pretendes anestesiar la vista?, sabes
que tus ojos no
han sido diseñados para el llanto, sin embargo, ahí estás, en un autobús urbano
llorando viejas letras de tango, vivimos revolcaos en un merengue y en el
mismo lodo todos manoseaos...,
sola frente al
silencio de la caja-escaparate, sola en el tiempo indeterminado del viaje, de
la guerra, del dolor, buscando los argumentos narrativos del artista,
desentrañando el acto creador, picnic de guerra, muerte servida en bandeja de plata,
bandeja-octogono que evoca antiguas promesas de resurrección, qué ironía, la
muerte tan espantosamente sencilla nos obliga constantemente a inventar futuros
imposibles, ¿letanía de sollozos?, ¿ahora?, serénate mujer, los transportes
públicos nunca llegan a su destino.
Fuente: La
Primera Piedra,
2, 2003
No hay comentarios:
Publicar un comentario