I
En la librería del torneo elijo para Pedro un libro por su
título: Ajedrez para cebras y por el texto de la contraportada:
"piense en una cebra, olvide las convenciones".
II
Genaro, el librero, dice que las partidas son
construcciones. Me
regala un peón morado. También nos dice que la enseñanza más valiosa para los
pequeños es aprender a perder.
III
Antes de salir a pasear por la montaña memorizo al azar
algunas palabras de uno de los muchos libros que traje conmigo. Me detengo a
comer fresas y pienso en una de ellas: fruslerías.
IV
La última frase del libro de Alberto Olmos dice: quizá morirse
también es volver.
V
Luna
trabaja estos días en la traducción de El libro de Monelle. Recuerdo: para
imaginar un arte nuevo hay que destrozar el arte antiguo. Y así el arte nuevo
parece una especie de iconoclastia. Porque toda destrucción está hecha de
escombros y nada es nuevo en este mundo más que las formas. Pero hay que
destruir las formas.
VI
Uno de los primeros epígrafes de Ajedrez para cebras contiene una cita
sobre la percepción.
VII
Hay ciegos en el torneo, algunos son Grandes Maestros. Algunos,
ni siquiera necesitan tocar las piezas del tablero para jugar. En la montaña
ignoro el nombre de los árboles y de las flores. Por suerte, ese
desconocimiento no me impide quedar fascinada y fotografiar lo inefable.
VIII
Baudelaire es un machista, pero eso ahora no viene al caso. Leo
una de sus anotaciones sobre los poetas: sus alas de gigante les
impiden caminar.
VIII
Nos cuentan que en invierno las fuertes ventiscas hacen sonar
las campanas de la iglesia de Benasque. Benasque, que huele a madera y piedra.
La tristeza contenida de los jugadores vencidos me estremece.
X
Me pregunto qué tipo de jugadora de ajedrez sería: abriría con
e4 o con d4?
XI
El ajedrez es un juego duro, requiere guerreros que no se
preocupen por el miedo.
Fotos: Ana Santos Payán, 2011.
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