¿Oyen los muertos lo que los vivos dicen luego de ellos?
Ojalá nada oigan: ha de ser un alivio ese silencio interminable
Para aquellos que vivieron por la
palabra y murieron por ella,
Como Rimbaud y Verlaine. Pero el silencio allá no evita
Acá la farsa elogiosa repugnante
[...]
Luis Cernuda, Desolación de la Quimera
La conmemoración del nacimiento de
Luis Cernuda ha suscitado en la prensa andaluza un debate sobre la legitimidad,
el derecho o la obligación del actual gobierno de homenajear al escritor
sevillano y sobre la preocupación
de que su biografía sea manipulada para acercarla a los presupuestos políticos
del partido dirigente. Teniendo en cuenta la postura crítica que mantuvo
siempre Cernuda ante los valores tradicionales y la vena rebelde que él mismo
consideró indispensable para la lectura de sus versos[1],
coincido con Antonio Orejudo en señalar la gran incógnita que plantea el modo
en que el Ministerio de Educación y Cultura abordará los fastos.
Personalmente creo que cualquier momento
es bueno para celebrar la poesía y que la mejor manera de hacerlo es leerla y
compartirla con alguien. Por esa razón me permito este mes la osadía de
invertir los términos de mi espacio en LUKE y expresar la emoción de algunos
versos de Cernuda, a través de las estremecedoras pinceladas de Balthus:
La lección de guitarra, 1934
Instrumento músico
Si para despertar las
notas,
Con una pluma de águila
Pulsaba el músico árabe
Las cuerdas del laúd,
Para despertar la palabra,
¿La pluma de qué ave
Pulsada por qué mano
Es la que hiere en ti?
(Con las horas contadas)
La analogía queda establecida por el erotismo, por la
belleza melancólica de las formas, por el silencio previo a la interpretación
musical.
La sorpresa por el juego ambiguo
entre realidad y deseo.
[1] Cernuda, L., Historial de un Libro (La
Realidad y el Deseo), 1958.
Fuente: Espacio LUKE, febrero, 2002
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