¡Felices los espíritus que fueron los primeros en preocuparse por conocer estas cosas y escalar las moradas celestes! ... Acercaron los astros distantes hasta nuestros ojos y sometieron el éter a su talento.
Ovidio, Fastos I
Foto: Ana S. P. Visita exposición "Orbitando satélites" en Laboral Centro de Arte y Creación Industrial. |
En el imaginario griego, según avanzaba el conocimiento astronómico, los dioses y héroes que anteriormente poblaban mares, ríos y montañas extremos se fueron metamorfoseando en estrellas. Surgiendo, ya en época helenística, un nuevo género literario que pretendía relatar estos procesos de transformación conocidos como catasterismos.
Las narraciones presentaban una estructura más o menos fija: historia breve relativa a un mito, justificación de la transformación (castigos, recompensas, inmortalización del amor...) y por último descripción de las formas de la constelación. Arato de Solo y Eratóstenes en lengua griega y posteriormente Cicerón, Ovidio o Germánico en lengua latina fueron algunos representantes de esta literatura de carácter astronómico, que puso especial interés en los doce signos del Zodíaco, en las aventuras amorosas de Zeus y en los trabajos de Heracles.
De aquellas viejas historias llama especialmente la atención la de Astrea, cuya singular transformación por iniciativa propia resume en estas líneas Eratóstenes:
Hesíodo la considera hija de Zeus y Temis y la llama Dike. El mitógrafo Arato se hace eco del relato de Hesíodo y narra que en un principio era inmortal y que vivía en la Tierra con los hombres, quienes la llamaban Justicia. Pero como los hombres se pervirtieron y dejaron de respetar la justicia, los abandonó y se retiró a la montaña. Más tarde, como los hombres se enzarzaran en guerras y revueltas civiles, ella los aborreció definitivamente por su desprecio a la justicia y ascendió al cielo.
¿Encontraría hoy Astrea un lugar al que poder huir para olvidar el cinismo con el que la Comunidad Internacional, en nombre de la libertad, de la justicia e incluso de la paz, legitima el asesinato y el dolor?
Fuente: Luke, nº 30
Fuente: Luke, nº 30
No hay comentarios:
Publicar un comentario