Anagaviera en ocasiones escribe

miércoles, 30 de noviembre de 2011

2002: Diario imaginario de München



Capital de Baviera: todo en la ciudad está ordenado y limpio, todo menos mi cuaderno de viaje: caótico y mutilado.

Gliptoteca: giran alrededor del patio las estancias de mármol. La tristeza del cielo entra por los grandes ventanales ofreciendo sombras melancólicas a las bellas aprendices de volumen. Ninfas de dorados cabellos que compiten tímidamente con la virtud aterradora de la Medusa Rondanini. 


Esbozos, fragmentos, escudos, músculos, tensión, muñones. Imagino estar en Troya, en la Troya del dolor y los lamentos. Reconozco entre el griterío la voz de Haroldo Campos llamando perra a una falsa Helena que desde la muralla nos contempla curiosa. Los sátiros acechan. La brutalidad de sus miembros y gestos les hacen tan adorables en el ebrio sueño, como temibles en la insatisfecha lujuria.

Giran los rostros romanos alrededor del patio y yo giro con ellos. Danza inmóvil, danza de asombro y palidez en este bosque de arrugas y muecas. Me pierdo entre la muchedumbre y sólo los pasos indecisos me devuelven a la placidez del vino.

Los guardianes no pueden esconder tanta sensualidad, aunque en una remota esquina dos cuerpos se amen en silencio.
           
Falso déjà vu: Junto al Isar, en el crepúsculo fluye la melodía nostálgica de un violonchelo que interpreta Vocalise de Rachmaninov.


Almuerzo: las formas barrocas del castillo sin almenas de Nymphenburg se deshacen en la inmensidad del jardín. Hay dioses poderosos a ambos lados de la vereda. El aburrimiento les hace pensar que somos seres inferiores dispuestos a honrar sus cenizas. Paseo indiferente, como los patos, preocupada tan sólo por dilucidar si la profundidad del bosque y las esponjosas nubes son, realmente, un trampantojo.

Fiesta en el Olimpiapark: siete segundos y ¡zas!, en la cima del mundo. El cielo parece una ensoñación de Marc Chagal y mi corazón busca el camino del sur, de este sur desde el que ahora escribo.

Campo de concentración de Dachau: aquí el silencio es profundo y doloroso. Según avanza la visita ese tiempo siniestro, que el cine y la literatura habían recreado remoto e irrepetible, se convierte en actualidad. Aquí el silencio es profundo, doloroso y paradójico porque sólo el mutismo cómplice y consensuado permite que millones de hombres y mujeres sigan viviendo hoy en condiciones indignas.         


Vuelo 1795: sobrevuelo la ciudad tranquila y reconozco que sólo en la imaginación de la autora encuentran alguna verdad esta colección de instantáneas. 

Fuente: Luke, 32

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